Ostranenie

Información del libro

Resumen

Ostranenie es una obra particular de doce relatos y diez imágenes del fotógrafo masLucena, donde la imagen visual y la imagen literaria se unen a través del concepto que da título al libro y que requiere del esfuerzo del lector/espectador para dar un sentido a la comunicación con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Cada individuo crea su parcela de realidad a través de lo que quiere o no quiere ver o escuchar. La realidad es, por tanto, un espacio de recreación donde tú decides tu propia vida.

Relato ``El sueño de un hombre que sueña despierto``

“El sueño de un hombre que sueña despierto”

 

De Ángel podría decirse que tenía la memoria resentida por algún que otro whisky que era quien le traía aquellos retazos absurdos, parecidos a noches triunfales, en las que el Coronel Travis y su banda de forajidos hacían de las suyas. Pero no voy a ser yo quien diga que Ángel es un mentiroso, aunque jure no recordar lo que pasó, porque los mentirosos deberían arder en el mismo lugar que las malas canciones. Ángel no miente. Yo creo a Ángel cuando asegura no acordarse del motivo por el que él y su hermano Luis dejaron de hablarse. Desde luego, si lo sabía, nunca lo había admitido. Tampoco es que lo considerara una mala decisión. Son cosas que pasan— solía decir. Nadie le había explicado, todavía, que su existencia parecía tan desperdiciada como la de los demás, incluido Luis, su responsable hermano mayor, en el hipotético caso de que eso importara a unos o a otros o por ahí fueran los tiros. Alguien llegó a decirle, incluso, que no existían los presentimientos ni tampoco había por qué decir lo que no hacía ninguna falta. Cierto es que, a veces, le hubiera gustado disponer de una varita mágica por aquello de disipar la impotencia. Pero, conociéndole como le conozco, habría repetido todos los errores de su vida menos uno. Por lo que parecía, no hablarse con Luis no entraba en la categoría de error sino en la de esas cosas que suceden entre hermanos, una incompatibilidad de caracteres, algo manifiesto desde la infancia. Luis era milimétrico en sus acciones y en sus apreciaciones. Ángel se dejaba llevar más por el corazón, vamos a decir, pero ni siquiera que la vida de ambos fuera tan distinta parecía ser motivo suficiente para no hablarse, aunque sí para habitar orillas opuestas del río.

 

Fue durante una tarde de invierno tan oscura y húmeda como otras tantas en la que, al ir a sacar Ángel unos papeles, cayó al suelo una foto antigua en la que Luis y él no tendrían más de trece años. Por aquél entonces, Luis sacaba la cabeza a Ángel y era lo que representaba con gran exactitud: un niño irreprochable de pies a cabeza, los calcetines bien subidos y la camisa dentro del pantalón. No tengo intención de describir las rodillas en carne viva de Ángel, ni los arañazos o esa camisa un poco por fuera un poco por dentro y mal abotonada porque no podías dejar de observar sus ojos, tan vivos, tanto, que parecían burlarse de de ti o de mí. Así que los dos hermanos, cada uno en su mundo más perpendicular que paralelo, parecían presentir ya desde niños, que, aparte de la obviedad de la sangre, no había mucho más entre ellos.

 

Ángel bebió otro whisky mientras observaba la foto de lejos, porque su vista no era ya de lince pero, aún así, reparó en que Luis tenía uno de los bolsillos de la camisa abultado. Lo lógico hubiera sido pensar (mejor dicho, no pensar) en qué podría tener dentro, si acaso, un paquete de tabaco. Pero Luis nunca había fumado. ¿Qué podría ser? En ese momento, el hecho de no poder averiguar qué era ese pequeño bulto, ni siquiera hacer una llamada y reírse de la nostalgia pareció cobrar cierta importancia, por lo que Ángel decidió tomar otro sorbo de licor y acomodarse en el sofá, donde su mente viajó en una carreta, con una rapidez inusual, a través los polvorientos caminos de la sierra. Hacía mucho frío pues el viento llegaba cargado de hielo y se esparcía por el coche cuando se abría alguna de las portezuelas. Esas condenadas ráfagas provocaban imprecaciones más o menos violentas entre los viajeros, que no parecían mostrar interés alguno por el paisaje. De pronto, un grupo de hombres armados les obligó a detenerse. Salieron a patadas y quedaron frente a frente con el líder de la banda, un tal Coronel Travis, que ordenó a un joven que viajaba meditabundo, llamado Elijah Brown, desenganchar los caballos. Ninguno de los viajeros sabía que transportaban oro. El Coronel Travis se volvió hacia sus hombres que formaban un grupo lamentable desde el punto de vista de un militar de carrera: sucios, vestidos con viejos y remendados uniformes, calzaban cualquier cosa menos botas y cubrían sus cabezas con sombreros, kepis o gorros de pieles, que dejaban entrever sus largas cabelleras que llevaban meses sin conocer la navaja del barbero. Lo único brillante en ellos eran sus rifles y revólveres. Todos eran jóvenes, casi adolescentes, con el vello muy crecido en el labio superior. Tendrían la edad de Elijah, más o menos y, al ver sus lagrimosos ojos en el momento de desenganchar los caballos, se sintieron muy seguros junto al Coronel. Elijah, que se dirigía a San Juan, Texas, a reunirse con su padre el juez Ezekiel Brown, estaba atemorizado a pesar de su apellido. Mientras le encañonaban los minutos le parecieron horas y pensaba en que su padre pronto ahorcaría a esta banda de malhechores, porque el juez tenía fama de despiadado. Hasta se decía que ni el mismísimo sol de Texas podía ablandar el bloque de piedra que le hacía las veces de corazón.

 

— ¡Es necesario destruir los cimientos de la vieja California pues sólo así podremos edificar una California a nuestra medida! El Coronel Travis pronunció estas palabras con la satisfacción de quien dice algo digno de quedar esculpido en las páginas de la Historia. Uno de sus subordinados movió dubitativamente la cabeza.
—No sé Coronel, no estoy muy seguro de que ande usted acertado.
—Eso es que todavía ves las cosas como un civil, con demasiada nostalgia. Pero ya aprenderás, los militares no podemos permitirnos sensiblerías. Debemos ser prácticos, implacables, inflexibles y defender nuestros intereses. Bueno, caballeros,­ —dijo dirigiéndose a un público entregado, muchas gracias por su oro. Una mueca divertida se dibujó en su rostro y se alejaron de allí, a galope con el botín, antes de que el polvo lo cubriera todo. Era tan espeso que Ángel se despertó con una tos seca, el vaso estaba vacío. Es posible que la noche se hubiera apoderado del whisky, pero tampoco había rastro de ninguna fotografía ni de otro tipo de sentimentalismos.

Librerías donde adquirir el libro

LUZ Y VIDA, Burgos, Laín Calvo, 34, 09003 Burgos. Fundada en 1948. Tercera generación de libreros. Su objetivo, que recibas un asesoramiento profesional y personalizado para que encuentres lo que buscas.

 

ANTI-Liburudenda, Bilbao, Dos de Mayo, 2, 48003. Es un establecimiento muy especial, que se aleja de los típicos criterios comerciales, donde encuentras libros que no se venden en otras librerías.

 

MasLucena

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